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Nuevo hospital La Fe ¿peor que el antiguo?

No sabía en qué hilo ponerlo, así que al final lo he dejado en este general.

En Valencia, el hospital de referencia es La Fe, es el más grande, el más especializado y probablemente el que mejores profesionales tiene (en global).

Los dirigentes políticos, finales de los 90 con Zaplana en el poder, se propusieron hacer un nuevo hospital (como casi todo lo que se hace aquí con las coletillas de: el más grande de europa, el más moderno, más habitaciones, más de todo... :? )

El caso es que le encargaron el proyecto a un estudio de arquitectura (ni sé quien es ni me interesa) y éstos debieron pensar que sabían mucho porque consultaron poco con los profesionales sanitarios.

El resultado, 10 años despues, es un edificio monumental, mastodóntico pero que paradójicamente antes de inaugurarse ya hay voces en contra.

Las voces en contra vienen de los pediatras. Y es que a alguien se le ocurrió la brillante idea de integrar los diferentes servicios de pediatría junto a los servicios de adultos, eliminar servicios de enfermería especializada, se comparten las urgencias, el servicio de hemodiálisis :shock: , oncología...

Un hospital de referencia no es un hospital de servicios integrados (lo que son la mayor parte de hospitales locales y regionales, y que cumplen muy bien su función).
En la comunidad valenciana no hay un sólo hospital infantil...y a este paso el único que había dentro de 1 año se lo funden.

Por si esto parecía poco, se habla que el nuevo hospital reduce un 25% el número de camas pediátricas :shock:

Dado el mutismo (habitual) de la administración se ha creado una asociación para defender la integridad de la atención pediátrica.
Mucho mejor que yo lo explican en este blog:
http://adehi.blogspot.com/

Pues eso, que este jueves daremos un paseíto protesta a ver si los XXXXXXXX que nos gobiernan les da por usar lo que tienen encima de las cejas
Todos los días sale el sol. Y sino sale ya me encargo yo de sacarlo.

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Comentarios

  • Owash, aquí, bueno, en Oviedo, también están haciendo un nuevo macrohospital.
    No sé cómo va a ser, aunque ya van muy avanzadas las obras, pero me temo que también van a recortar camas.
    Ahora mismo, el que hay, el HUCA, se compone de: un edificio central (la antigua residencia sanitaria), el Hospital General, con dos edificios (El edificio "A" es el que alberga la planta de endocrinología y reino de Santa Teté), el Materno-infantil, el hospital de silicosis (ahora de pulmón y corazón), las policlínicas, el edificio de consultas externas y el centro de hematología..., eso si no me olvido de alguno.
    En fin, un laberinto de hospitales y edificios, todos en la misma zona.

    Lo que me gusta del nuevo es la ubicación. No hay que cruzar todo Oviedo desde donde vivo y está en las afueras, con más espacio. Lo malo lo veremos cuando empiece a funcionar.

    Lo malo es que los políticos no son precisamente buenos gestores...

    Habrá que pelear eso de la Fe.

    Saludinos
  • SANIDAD PÚBLICA: ¿EFICIENCIA O CALIDAD?
    La mayor parte de los profesionales del Hospital Infantil La Fe de Valencia ha formado una Asociación en Defensa de este hospital pediátrico, preocupados por el deterioro que sufrirá la calidad asistencial de los niños en el nuevo Hospital Universitario La Fe, que pronto entrará en funcionamiento, si no se modifica su previsible organización asistencial.

    Igual que otros hospitales de referencia en España, el Infantil de la Fe ha funcionado desde su creación en 1970 como una unidad autónoma e independiente del resto del complejo sanitario, en la que se congregan las distintas especialidades centradas en el niño, un tipo de paciente bien diferente del adulto. El niño no es un adulto pequeño, requiere una peculiar atención por parte de los distintos especialistas, que deben trabajar bien articulados entre sí para poder prestarle una asistencia integral.
    Sin embargo, la configuración de la nueva Fe disuelve la unidad e independencia de los circuitos asistenciales, mezcla a los niños con los adultos, y no arbitra un lugar para atender a los niños en el área de urgencias y en las zonas hospitalarias ni tampoco espacios para unidades especiales.
    ¿Qué razones se aducen para justificar esta dispersión? Dos al menos son usuales -la creciente especialización de la sanidad y el triunfo de la demanda de eficiencia sobre la de calidad-, pero las dos requieren una cuidadosa revisión.

    En lo que hace a la primera, sin duda la especialización supone un progreso en la asistencia, pero siempre que se articule de tal modo que no rompa la unidad de la atención integral. No hay enfermedades, sino enfermos, cada uno con su peculiar configuración.
    Y en lo que se refiere a la fiebre de la eficiencia, es un problema que venimos arrastrando desde hace más de tres décadas, cuando el gasto sanitario empezó a incrementarse prodigiosamente al cobrar fuerza el Estado social y surgieron problemas de justicia en la distribución de los recursos sanitarios.

    Nació entonces esa rama de la economía, hoy floreciente, la Economía de la Salud, que introduce en la sanidad la racionalidad económica, el análisis "coste / beneficio", para racionalizar el gasto. Con ello, en los centros sanitarios públicos empezaron a darse cita tres tipos de protagonistas, amén de los pacientes: los profesionales sanitarios, preocupados por el bien del paciente cuando son buenos profesionales; los gerentes, empeñados en la eficiencia en la gestión de los recursos, y las Administraciones públicas, que nombran a los gerentes y les exigen esa anhelada eficiencia, medible en dinero y en actuaciones que generen votos.

    La cuestión es muy compleja. Sin duda, la eficiencia es una buena cosa, es preciso optimizar los recursos, que son siempre escasos, y el despilfarro es inmoral. Y es importante que la sanidad pública sea eficiente, porque no es verdad, como suele creerse, que lo público es ineficiente por necesidad, mientras que lo privado derrocha eficiencia y eficacia: la crisis económica que seguimos padeciendo ha venido de un sector privado irresponsable, ambicioso e incompetente.
    Pero también el sector público ha de ser eficiente, siempre que compagine eficiencia y equidad, y, sobre todo, siempre que mantenga la calidad de la atención sanitaria. La rentabilidad monetaria jamás puede ir en detrimento de la calidad, el incremento de la especialización no puede llevar a perder la visión integral del paciente, en este caso, del niño con sus peculiaridades.

    Con tantos protagonistas en el mundo sanitario (el profesional, el gerente y el político) conviene no olvidar lo obvio, las verdades de Perogrullo: que las metas de la sanidad, las que le dan sentido y legitimidad social, consisten en prevenir la enfermedad, curar lo que puede ser curado con los medios disponibles, cuidar lo que no se puede curar y ayudar a morir en paz. Esas metas han de alcanzarse en el contexto de organizaciones sanitarias, dirigidas por gerentes, dentro del marco de instituciones políticas, pero lo específico de toda esa trama es facilitar a los profesionales los medios necesarios para promover el bien del paciente. Y más en el caso del niño, particularmente inmaduro y vulnerable.
    "Eficiencia" en sanidad no puede querer decir recorte del gasto sin más, ni tampoco proporcionar votos a los políticos con actuaciones que les permitan lucirse, sino optimizar los recursos humanos y económicos al servicio de la atención al paciente, integral y de calidad.

    Mucho se ha hablado del médico como un "agente doble", que debe atender a la vez al bien del paciente y a la contención del gasto, cuando lo cierto es que su tarea propia es la primera. Y, sin embargo, se habla poco de que en la sanidad pública hay por el momento dos agentes -gerentes y políticos- que deberían atender a los profesionales e introducir un cuarto interlocutor, en este caso, los padres. Importa que los padres sepan qué consecuencias se seguirán para sus hijos de la configuración de los nuevos complejos sanitarios, prestar la voz a los profesionales para que puedan explicarlo, y atender a unos y otros. No hacerlo sería propio de la mala gerencia y de la mala política.

    Adela Cortina. 07/09/2009

    Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación ÉTNOR
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  • eficiencia.


    (Del lat. efficientĭa).


    1. f. Capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado.


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    Si la eficiencia se pusiese al servicio de la calidad en la atención al paciente, problema resuelto

    Saludos
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