El reloj que pone sobre aviso a los diabéticos olvidadizos

Ya sea por descuido, mala memoria, temor a efectos secundarios o fallos en la relación médico-paciente, un tercio de la población que padece esta enfermedad no cumple con inyectarse la dosis prescrita en tiempo y forma.

Esta falta de fidelidad al tratamiento es un serio problema de salud pública porque puede ocasionar complicaciones como nefropatía, amputaciones e incluso la muerte, además de disparar los costes de hospitalización.

José Luis López era uno de esos pacientes inconstantes. “Hay que rellenar en un librito la fecha y hora de la última inyección y es un rollo muy tedioso, no lo hacía nunca, solo cuando me tocaba cita con el endocrino. Tenía la esperanza de que la tecnología me ofreciese una alternativa, pero harto de buscar y no encontrar nada, decidí desarrollarla yo mismo”, refiere López, de 41 años.

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En sociedad con el ingeniero técnico industrial Jesús Arenas, diseñó un reloj que se acopla a la pluma con la que el paciente se inyecta el medicamento para recoger información del día, hora, dosis y tipo de insulina utilizada.

El dispositivo guarda la información y cuando detecta que el móvil al que se decide emparejarlo (que puede ser el del mismo usuario, su pareja, médico o cuidador) está cerca, le envía los datos por Bluetooth. Así, alguien más puede verificar que el paciente sigue el tratamiento.

“Estamos en conversaciones avanzadas con fabricantes de glucómetros para que el dispositivo sea capaz también de registrar el nivel de glucosa en sangre”, dice López, cuyo invento, Insulclock, ganó hace dos semanas la tercera edición del Premio G5 Innova al Emprendimiento Social, dotado con 7.000 euros.

José Luis López, principal ejecutivo de Insulcloud, tras recibir el Premio G5 Innova al Emprendimiento Social por su proyecto Insulclock, el 9 de marzo pasado.

La empresa que López y Arenas han creado para comercializar el aparato trabaja también para que en una segunda versión la transmisión de los datos no dependa de la cercanía física del móvil sino de un servidor en la nube, donde se alojarían. De ahí pasarían a la aplicación móvil en tiempo real.

De este modo, el paciente podría estar en Madrid y su hija en Barcelona, pero eso no impediría que esta última controle que su padre cumple la terapia. No en vano, han constituido la sociedad con el nombre de Insulcloud.

El dispositivo, que mide 30 milímetros de altura por 20 de diámetro, es un émbolo que tiene la forma de un capuchón pequeño, como el de un rotulador. Este se ajusta al extremo de la pluma y guarda los datos cuando se presiona un botón y el paciente da el pinchazo.

El reloj puede programarse y si el usuario no cumple con inyectarse la dosis en la hora fijada, activa una alarma: cada 15 minutos se enciende una luz y suena un pitido. Si transcurrida una hora el paciente sigue sin hacer caso, envía un mensaje de texto y correo electrónico a su cuidador o tutor, de manera que este tenga la posibilidad de llamarle por teléfono o avisarle.

El proyecto de López, que tramita la patente internacional, ha recibido el respaldo de la Fundación Jiménez Díaz, que lo está testando en pacientes ambulatorios de su hospital universitario, en Madrid.

Además, el Emory University Hospital de Atlanta va a realizar ensayos clínicos para comprobar si el uso de Insulclock mejora la adherencia al tratamiento, concepto que los científicos emplean para referirse al grado de cumplimiento de la medicación por parte de los pacientes.

López espera que los resultados, que tardarán un año en conocerse, ayuden a la empresa a conseguir financiación pública e internacionalizar el proyecto.

“El modelo de negocio es bastante viable, pero sobre todo tiene un gran valor social. En el mundo hay 415 millones de diabéticos y la OMS (Organización Mundial de la Salud) estima que dentro de 18 años esa cifra aumentará a 640. Solo en España hay 1,2 millones de insulinodependientes”, precisa.

El producto saldrá a la venta en el mercado español en el tercer trimestre de este año, al precio de 249 euros IVA incluido. Sin embargo, ya es posible comprarlo por adelantado, con un descuento de 50 euros, a través de la web de Insulclock. Eso sí, el pedido se entregará a partir del verano. "Estamos en conversaciones con farmacias para que el cliente pueda recibirlo en la que le quede más cerca", indica.

A nivel internacional, la empresa prevé comercializar el dispositivo en Estados Unidos, Europa y países de Oriente Medio como Catar y Emiratos Árabes Unidos, "donde ya tenemos contactos", asegura.

Clotilde Vásquez, jefa del departamento de endocrinología de la Fundación Jiménez Díaz, que lleva un año y medio probando la tecnología, destaca que es muy útil para evitar despistes, sobre todo entre pacientes que en un solo día deben aplicarse múltiples dosis. "Les ayuda a llevar un control mucho mayor, tanto a ellos como a nosotros, los médicos", comenta.

Agrega que, al facilitar la labor de los cuidadores, es particularmente práctico en el caso de niños y ancianos, más proclives a perder la cuenta del número de veces que se han administrado el medicamento. Las personas que sufren diabetes de tipo 1 necesitan una media de cuatro dosis de insulina al día, aunque en ocasiones pueden requerir suplementos y aplicarse hasta seis.

Por último, señala que, a nivel hospitalario, aumentará la seguridad y efectividad de los tratamientos, ya que los datos recogidos por el artilugio se transmitirán directamente a la historia clínica de cada paciente, donde quedarán plasmados, facilitando el trabajo de las enfermeras, que ya no deberán apuntarlos a mano.

López resalta que el proyecto contribuirá también a que las compañías de seguros accedan a cubrir con pólizas de salud a personas diabéticas, de las que actualmente recelan, ya que les proporcionará un instrumento para monitorizar su comportamiento de cara al tratamiento.

Desde que empezaron a desarrollar la tecnología en 2015, los emprendedores han invertido 1,5 millones de euros en I+D, importe que han financiado con fondos propios, subvenciones del programa Instrumento Pyme de Horizonte 2020, préstamos de Enisa y de la línea Neotec del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial).

Además, han contado con la colaboración de empresas como Vodafone, Calidad Pascual, Telefónica, IE, "que nos ha cedido su laboratorio de prototipos", y las farmacéuticas Lilly y Sanofi, entre otras.

"De momento no hemos necesitado recurrir al capital riesgo. Sí estamos buscando un socio estratégico, una empresa tecnológica con ventas en todo el mundo, para distribuir el producto en España y el mercado internacional", aclara.

Entre los finalistas de los Premios G5 Innova de este año, que entrega la empresa Grupo 5, destaca también otro proyecto vinculado al ámbito de la salud. Se trata de Voluntechies, una asociación de voluntarios que organiza talleres de realidad virtual para niños hospitalizados.

“La idea surgió en el verano de 2015”, cuenta Francisco Rojo, uno de los fundadores del grupo. “Después de colaborar con varias iniciativas, vimos que la realidad virtual tenía un potencial increíble de inmersión y podía transportar a otros lugares a aquellas personas que no pueden moverse o están encerradas por alguna razón”, explica.

En el caso de los niños hospitalizados, las gafas de Voluntechies, que son muy similares a las Google Cardboard (hechas de cartón plegable, utilizan el smartphone como pantalla), los transportan a las profundidades del océano, la playa o los senderos del Himalaya.

Desde que empezaron en marzo de 2016, han realizado más de 20 talleres en hospitales de Madrid, como el Niño Jesús, 12 de Octubre, La Paz, Ramón y Cajal y Gregorio Marañón, entre otros.
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